¿El futuro de la agricultura?
La creciente demanda de alimentos de una población en constante crecimiento y la pérdida de fertilidad del suelo fruto en parte a un negativo impacto ambiental de las actividades humanas plantean importantes retos para el futuro de la agricultura. Estas razones han estimulado la aparición de nuevas tendencias:
La agricultura transgénica
La persistencia de las hambrunas en muchas zonas del planeta ha potenciado la investigación en el campo de la agricultura transgénica, es decir, basada en semillas creadas en laboratorio mediante la combinación de genes de distintas especies. Las semillas transgénicas son más resistentes a los factores físicos, ofrecen una productividad más alta y resisten mejor a las plagas. Sin embargo, su reciente creación plantea aún dudas sobre la seguridad de su consumo.
La persistencia de las hambrunas en muchas zonas del planeta ha potenciado la investigación en el campo de la agricultura transgénica, es decir, basada en semillas creadas en laboratorio mediante la combinación de genes de distintas especies. Las semillas transgénicas son más resistentes a los factores físicos, ofrecen una productividad más alta y resisten mejor a las plagas. Sin embargo, su reciente creación plantea aún dudas sobre la seguridad de su consumo.
La agricultura orgánica o ecológica
La creciente preocupación por la salud, especialmente en los países desarrollados, ha estimulado la aparición de la agricultura orgánica o ecológica que busca cultivar sin emplear productos químicos (fertilizantes, pesticidas) o semillas transgénicas para obtener una producción de calidad apta para el consumo humano y que, al mismo tiempo, respete la fertilidad natural de la tierra y minimice el impacto medioambiental.
La creciente preocupación por la salud, especialmente en los países desarrollados, ha estimulado la aparición de la agricultura orgánica o ecológica que busca cultivar sin emplear productos químicos (fertilizantes, pesticidas) o semillas transgénicas para obtener una producción de calidad apta para el consumo humano y que, al mismo tiempo, respete la fertilidad natural de la tierra y minimice el impacto medioambiental.
periféricos, obedeciendo a demandas de las economía
s mundiales, sólo puede sostenerse
con la desigualdad y la exclusión. Nature apuesta a
preservar la legitimidad del tecno-
capitalismo que necesita continuar privatizando los
bienes comunes con acento tecnocrático
y disimular al mismo tiempo la creciente percepción
de crisis civilizatoria.
Argentina ha resignado su mirada crítica sobre el m
odelo dependiente impuesto por el poder
corporativo, esperanzada en formar parte del club d
e los incluidos en la globalidad. El
silencio cómplice niega admitir que el neocoloniali
smo que convoca al progreso por derrame
se apropió de los bienes comunes más allá de cualqu
ier costo social, económico o ambiental
e insiste en proclamar el virtuosismo de un desarro
llismo distópico y científicamente
dependiente. No comprende que no es en el contenido
donde radica la dependencia sino en
su sentido que los determina. Así mientras algunos
intentan infructuosamente instalar la
discusión sobre los efectos indeseables del modelo
de industrial y tecnológico de producción
agrícola (y minera) que nos han impuesto, la preocu
pación europea admite sus dudas sobre
la tecnología y se resiste a consumir o no los tran
sgénicos que hoy producimos. Así están las
cosas. Por colonizados, dos trancos atrás del mundo
y condenados a seguir entregando
nuestros bienes.
Una falacia, obvia en Latinoamérica y por lo tanto
aburrida, es pretender pensar en un
proceso emancipador sin desprenderse de la matriz e
pistémica del colonizador. “Inventamos
o erramos”, dijo Simón Bolívar, mientras Quijano, D
ussel y Mignolo nos repiten que
descolonizar la subjetividad del ser y del saber es
descolonizar el poder y por lo tanto punto
de partida para inventar nuestro nuevo marco episté
mico que definirá lo cultural, lo
productivo, lo científico y lo político. No hay neu
tralidad ni universalidad en los saberes y que
no se es porque se piensa. Se es donde se piensa. C
on saberes que aseguren el “bien vivir”
de nuestra gente. Porque si la modernidad europea c
onstruyó el capitalismo a partir de
devastación y la explotación del Nuevo Mundo, la ac
tual depredación no tendrá retorno
cuando terminemos de ceder el patrimonio y la explo
tación de nuestros bienes comunes.
Con ello cederemos nuestra libertad y dignidad de p
ueblo soberano. Desde ese momento
sólo quedará hambre y desolación para el futuro
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